Capítulo 1: El Día a Día en la Academia Arcana
La brisa fresca de la mañana susurraba entre los árboles que rodeaban la imponente Academia Arcana. Eira caminaba con paso decidido por los corredores de piedra, con su mochila al hombro y la mirada fija en el horizonte. Cada día en Mysthollow era una nueva posibilidad para descubrir los secretos de la magia y del mundo real.
Al entrar en el aula, Eira encontró a sus amigos Zephyr, Nix y Nyx ya sentados, discutiendo animadamente sobre la última lección de transmutación. Zephyr, un chico de cabello rubio y ojos color bordo, llevaba sus lentes relucientes y asentía con entusiasmo mientras Nix, de piel crema y pelo naranja teñido, gesticulaba con las manos, sus ojos celestes brillando con emoción. Nyx, una chica de piel trigueña, con cabello largo y oscuro y ojos también celestes, observaba a sus amigos con una sonrisa divertida.
—¡Eira, por fin llegas! —exclamó Zephyr, ajustando sus lentes y moviendo un mechón de su cabello rubio—. Nix estaba justo explicando una teoría loca sobre la transmutación de elementos.
—¡No es tan loca! —protestó Nix, cruzando los brazos—. Si ajustas la ecuación mágica en el tercer parámetro, podrías transformar plomo en oro sin que se desestabilice.
Nyx soltó una risa suave, sacudiendo su largo cabello oscuro.
—Siempre soñando con hacerte rico, Nix —dijo, sus ojos celestes llenos de diversión—. Pero me gusta tu entusiasmo.
La clase transcurrió con la habitual mezcla de teoría y práctica, mientras el profesor Wrenshaw explicaba los fundamentos de la alquimia elemental. Era un hombre mayor, con cabello canoso y una barba que parecía contener secretos ancestrales. Eira seguía con atención, tomando notas meticulosas en su cuaderno de hechicería, su mente trabajando incansablemente para absorber cada detalle.
Al sonar la campana que indicaba el final de las clases, Eira salió al patio junto con sus amigos, disfrutando del cálido sol de la tarde. En el jardín de la escuela, la naturaleza rebosaba de energía, con flores mágicas de colores inimaginables y árboles que parecían guardar antiguos hechizos en sus hojas. Sin embargo, su alegría se vio interrumpida cuando Amateurs, un estudiante conocido por sus travesuras y su falta de control de la magia, se acercó a ella con una mirada desafiante.
Amateurs era un joven con una actitud arrogante y un historial de problemas. Con su cabello desordenado y su uniforme desaliñado, siempre parecía estar buscando su próxima víctima.
—¿Qué tienes hoy, mestiza? —espetó Amateurs con una sonrisa burlona, cruzando los brazos sobre su pecho.
Eira apretó los puños, resistiendo el impulso de responder con ira. Conocía demasiado bien las consecuencias de confrontar a Amateurs. En cambio, intentó pasar de largo, pero él la bloqueó con un movimiento rápido.
—¿No tienes nada que decir, Eira? —preguntó, su tono lleno de malicia, sus ojos brillando con una peligrosa diversión.
Antes de que Eira pudiera reaccionar, Amateurs lanzó un hechizo descuidado, golpeándola en la mejilla con un estallido de energía mágica. Eira cayó al suelo, sintiendo el ardor del impacto en su piel. La energía crepitante resonó en el aire, haciendo que los estudiantes cercanos se volvieran a mirar.
Zephyr, que había estado observando la escena con preocupación, se apresuró a ayudar a Eira, invocando un hechizo de curación con un gesto rápido de sus manos. Una luz suave envolvió la mejilla de Eira, aliviando el dolor.
—¡Eira! —exclamó Zephyr, su rostro mostrando una mezcla de preocupación y determinación—. ¿Estás bien?
Eira se puso de pie con la ayuda de Zephyr, sintiendo una mezcla de vergüenza y miedo. No quería preocupar a sus madres ni involucrarlas en sus problemas en la academia.
—Estoy bien, Zephyr —murmuró Eira, forzando una sonrisa—. Solo fue un pequeño accidente.
Zephyr frunció el ceño, pero asintió con resignación, sabiendo que no podía forzar a Eira a hablar si ella no quería. Con un gesto de apoyo, los dos amigos se dirigieron hacia el dormitorio, dejando atrás las sombras del conflicto que amenazaban con oscurecer su día a día en la Academia Arcana.
Nix y Nyx se unieron a ellos, caminando en silencio pero con una solidaridad palpable. Los cuatro amigos sabían que en la Academia Arcana, la magia no solo se encontraba en los hechizos y encantamientos, sino también en los lazos que compartían, en su capacidad de apoyarse mutuamente frente a cualquier adversidad. Y mientras el sol comenzaba a ponerse, teñiendo el cielo de colores cálidos, Eira sentía que, a pesar de todo, no estaba sola en su lucha.
