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Capítulo 2: Encuentros Inesperados
Eira caminaba por los pasillos casi vacíos de la academia, acompañada por Aurora. El lugar, que había sido un bullicioso centro de aprendizaje y camaradería, ahora parecía más un laberinto de recuerdos y ecos del pasado. Las clases eran menos concurridas, y la mayoría de los estudiantes se habían mudado a otras academias, dejándolos con una sensación de desolación. Eira y Aurora intentaban mantener una conversación ligera, pero el peso del pasado reciente aún las envolvía.
—¿Qué te parece si esta noche salimos un rato? —sugirió Aurora, rompiendo el silencio con una sonrisa esperanzada—. Podríamos ir al centro y distraernos un poco. Hace tiempo que no hacemos algo solo para nosotras.
Eira levantó una ceja, sorprendida por la propuesta. —¿Salir? La verdad es que podría venir bien. Necesito despejarme un poco.
Aurora asintió con entusiasmo. —Perfecto. Vamos a arreglarnos un poco y nos vamos.
Cuando llegaron a su cuarto, ambas comenzaron a prepararse para la salida. Eira, con su cabello castaño cuidadosamente peinado, eligió un vestido sencillo pero elegante, que resaltaba sus rasgos sin ser demasiado llamativo. Aurora, por otro lado, con su cabello rojo como el fuego, optó por un conjunto más vibrante que reflejaba su carácter enérgico. La atmósfera en la habitación era tranquila, casi nostálgica, con risas y conversaciones que aliviaban la tensión acumulada por los recientes eventos.
—¿Cómo me veo? —preguntó Aurora, girando para mostrar su atuendo.
Eira sonrió. —Te ves genial. Listas para una noche divertida.
Ambas se dirigieron al centro de la ciudad, disfrutando del cambio de ritmo que ofrecía la noche. Las calles estaban animadas, llenas de luces cálidas y la música suave de los locales. Mientras se adentraban en el bullicioso ambiente, el aire se llenaba de risas y conversaciones alegres. Sin embargo, el bullicio parecía una mera cortina frente a la calma que Eira y Aurora estaban buscando.
De repente, mientras paseaban por una calle menos concurrida, un chico extraño apareció en su camino. Su apariencia era desaliñada; sus ropas estaban sucias y rasgadas, y su expresión era una mezcla de confusión y desesperación. Eira y Aurora intercambiaron miradas, y aunque había algo inquietante en el joven, decidieron no prestarle demasiada atención y seguir su camino.
Sin embargo, el chico se volvió hacia ellas con un súbito movimiento, y antes de que pudieran reaccionar, lanzó un hechizo de forma descontrolada. La energía mágica chocó contra la barrera protectora de Aurora, que se había adelantado para protegerlas, creando una explosión de luz y energía que iluminó la calle.
—¡Cuidado! —gritó Aurora, levantando una barrera mágica en un reflejo instintivo.
El hechizo del chico había sido poderoso pero descoordinado, y parecía que su magia estaba fuera de control. El joven cayó al suelo, su cuerpo colapsando bajo el peso de su propia energía. Eira y Aurora se acercaron rápidamente, preocupadas, y notaron algo inquietante: los ojos del joven estaban cambiando de color, pasando de un tono apagado a un azul profundo, casi etéreo.
—Esto no es normal —murmuró Eira, examinando al chico con una expresión de preocupación—. No parece estar en control de su magia.
Aurora asintió, su mirada fija en el joven. —Necesitamos llevarlo a la academia. Tal vez podamos averiguar qué le pasa y ayudarlo.
Con esfuerzo, lograron levantar al chico y transportarlo de vuelta a la academia. Aunque el joven parecía estar en un estado de inconsciencia, Eira y Aurora sintieron una creciente preocupación por su bienestar. Sabían que había algo más detrás de su comportamiento errático.
Al llegar a la academia, lo acostaron en la cama de Eira. El cuarto, que antes era un refugio personal, se convirtió en un lugar de preocupación y urgencia. Eira preparó una infusión de hierbas calmantes mientras Aurora revisaba los hechizos protectores que había puesto alrededor de la cama para asegurarse de que el joven no causara más daño.
Finalmente, después de un tiempo que parecía interminable, el chico abrió lentamente los ojos. Lo primero que vio fue a Eira, que estaba de pie junto a la cama, su rostro iluminado por la luz suave que entraba por la ventana. La reacción de Mateo fue inmediata; sus mejillas se encendieron en un sonrojo profundo y sus ojos se abrieron de par en par, mostrando una mezcla de sorpresa y nerviosismo.
—E-estás despierto —dijo Eira, con voz suave y calmada—. Soy Eira, y esta es Aurora. ¿Puedes decirnos qué te pasó?
Mateo parpadeó varias veces, claramente confundido y nervioso. Sus manos temblaban mientras trataba de incorporarse. El joven miró a Eira con una mezcla de admiración y aprehensión, el sonrojo en sus mejillas apenas desvaneciéndose.
—M-mi nombre es Mateo —murmuró, su voz temblando ligeramente—. No sé… no sé qué pasó. Solo recuerdo que estaba en el centro, y luego… todo se volvió borroso.
Eira y Aurora intercambiaron miradas preocupadas, sabiendo que había algo más que el joven no estaba contando. Eira se acercó un poco más, tratando de tranquilizarlo.
—Tranquilo, Mateo. Estás a salvo aquí. ¿Recuerdas algo antes de que… sucediera esto? Cualquier detalle puede ayudarnos a entender mejor lo que te pasó.
Mateo cerró los ojos por un momento, intentando ordenar sus pensamientos. —Había… una sensación extraña. Como si algo estuviera presionando sobre mí, controlando mis movimientos. Y luego, vi… vi luces y sombras. Fue todo muy confuso.
Aurora se acercó con una expresión seria. —Parece que tu magia estaba fuera de control. ¿Sabes si has tenido alguna experiencia reciente que pudiera haber causado esto? O tal vez algo que te haya afectado mentalmente.
Mateo bajó la mirada, sintiendo el peso de la pregunta. —No lo sé. Solo… no me siento bien. Como si algo estuviera cambiando dentro de mí.
Eira asintió con comprensión, sintiendo una creciente preocupación por el joven. —Vamos a hacer todo lo posible para ayudarte. Mientras tanto, puedes quedarte aquí hasta que te sientas mejor. Si necesitas algo, solo dínoslo.
Mateo asintió, agradecido por la oferta. Aunque seguía nervioso y confuso, la calidez y amabilidad de Eira y Aurora le proporcionaron un pequeño consuelo en medio de su incertidumbre.
Mientras la noche avanzaba, Eira y Aurora se sentaron cerca de Mateo, intentando que se sintiera lo más cómodo posible. Aunque el misterio en torno a Mateo era preocupante, también sentían que había algo importante en su llegada. Los eventos recientes les habían enseñado que nunca debían subestimar las sorpresas que el destino tenía reservadas.
El capítulo termina con Eira y Aurora vigilando a Mateo mientras él se acurruca en la cama, susurrando palabras de aliento mientras la noche continúa su curso. La incertidumbre de lo que podría deparar el futuro se mezcla con la esperanza de que, tal vez, este inesperado encuentro podría llevar a nuevas revelaciones y desafíos para las que estaban preparadas.