Esa diminuta parte del cerebro que te repite que no puedes, que no deberías, y que encima suele ser alimentada por los adultos, cómo la odio.
A este punto, creo que ya hice bastantes temas de desahogo y cosas así, pero estoy pasando un momento difícil, qué se le va a hacer.
Una vez que toda mi vida parecía buena, parecía algo que yo mismo había creado y cultivado con cariño, llegó ese momento.
Ese momento del día en el que, toca mirarse al espejo y afrontar el físico. Eso me recordó a algo que había quedado enterrado mucho tiempo: no me gusta mi cuerpo.
Creo que una buena parte de la gente del pensta ya lo sabe, pero aún así cabe empezar por el principio.
Estos meses he estado teniendo quizás la peor crisis de identidad de género que jamás haya tenido.
La mayoría de mi cerebro le dice “SÍ” a eso de ser trans, tratamientos, operaciones, felicidad. Pero, aquella pequeñita parte del cerebro que mencioné en el título siempre tiene que saltar a comerme el coco.
Al principio, le hacía caso a esa pequeña parte, diciéndome a mí mismo: “Nah, esto sólo son las típicas inseguridades de chica, algún día me gustará mi cuerpo.”
Pero no.
Eso jamás va a pasar, es más, cada vez me gusta menos. Aún así, esa parte no deja de decirme que quizás me arrepienta, que quizás esto sólo sea una fase, y lo odio. Sobre todo porque hay varias personas adultas que me lo repiten todos los días.
Yo sé lo que quiero, pero esa odiosa y diminuta parte de mí siempre me echa atrás. Si soy sincero, todo el tiempo que dije que era “género fluido”, lo dije porque tenía miedo de separarme de mi lado femenino y luego arrepentirme.
Pero cada vez estoy más seguro de que yo no tengo nada de mujer salvo la biología. Y lo que más temo es, si no puedo aguantar que alguien me diga que no puedo, ¿cómo voy a poder superar los tratamientos?
Tengo dos opciones: o tirar para adelante, o quedarme así.
Ya decidiré que hago, y este tema sólo fue porque cuando escribo mis problemas encuentro soluciones más fácilmente. Gracias por leer todo esto, te aprecio sólo por eso.